“Nunca te subas al escenario con un animal o con un chico»


Fredo Solari

Av. Coronel Díaz, Ciudad de Buenos Aires

Alfredo, mejor conocido como Fredo, Solari nació un 16 de junio de 1977 y los caminos y decisiones de su vida lo llevaron al mundo artístico siendo hoy un inquieto director de teatro y comedias musicales.

Hace unos minutos nos preparó algo para tomar: café para los hombres, y té para mí, ninguno con azúcar, y Diego pide leche para cortar el suyo. La escenografía de la escena es el living de su casa, con un ambiente tranquilo, familiar, y facturas de por medio. Cada personaje se sienta en un sillón diferente, y cada tanto el protagonista es víctima de algún que otro flash.

“Nunca te subas a un escenario con un animal o con un chico porque te roban el protagonismo”, bromea Fredo al ver que nuestra mirada está totalmente desviada a las acciones de Josefina, su hija de apenas un año y algunos meses. El centro de atención se traslada a ella y por algunos minutos parecemos olvidar que estamos ahí para hacerle una nota a su papá. Con una caminata desequilibrada, cada vez se acerca más a Diego asombrada por el tamaño de la cámara. “Sí, sí… parece un ser humano…”, le dice su papá refiriéndose a Diego.

Fue al Colegio San Martín de Tours y tuvo una “vida normal”, según asegura. Vivía con su mamá, su papá, un hermano y sus abuelos maternos. Sus dos padres son hijos únicos, entonces, en lo que a nivel familiar respecta, no tiene ni primos ni tíos. Esto lo llevó a estar rodeado de personas mayores, lo cual marcó un aspecto de su personalidad. “Siempre tuve facilidad para estar con gente grande”, asegura Fredo mientras está pendiente de que Jose no tire nada al piso. “Ahí te la mando…”, le dice a Martina, su mujer, que está del otro lado de la puerta, para así poder seguir con la charla.

“Siempre fui un moderado”, se autodefine y se explica al decir que tenía amigos de todos los grupos, tanto de los “cancheros” como de los “idiotas”. Hasta acá, ninguna mención del mundo del arte, hasta que en seguida cuenta una anécdota que nos mete de lleno en los primeros pasos del camino que lo llevó a ser quien es hoy.

Cuando Fredo tenía 13 o 14 años, estaba yendo en el auto para su quinta en la zona de La Plata, y recuerda que su madrina le dice a su mamá: “Inés, ¿vamos a ver Drácula?”. Sin siquiera saber algo de musicales ni mucho menos tener alguna idea sobre de qué se trataba la obra, dijo que si ellos iban él quería ir también. Y así fue. “Entre siendo una persona y salí siendo otra”, expresa Fredo.

Por ese entonces, vivía en Belgrano, pero iba a la peluquería en Santa Fe y Pueyrredón, y fue en uno de esos viajes que se anotó para estudiar teatro con Ana María Campoy a la edad de 15 años. No le dio mucha trascendencia a ese hecho, y cuando lo llamaron para decirle que había una vacante, comenzó sus clases. “Ahora es más común que la gente estudie teatro”, comenta Fredo y agrega que en ese momento lo que hacían sus amigos era jugar al fútbol. Nos cuenta que en una charla, un amigo le dijo: “Che, pero vos en serio te pensás dedicar a esto?”. La respuesta era que no…

Jose se asoma por la puerta y vuelve a entrar al living, corriendo, hasta encontrarse con las rodillas de su papá en donde apoya las palmas de sus manitos a modo de: “¡Papá subime!”. “Me están preguntando y me desconcentrás”, le dice Fredo mientras Jose quiere ganarse su atención al menos por un ratito.

En 1995 terminó el Colegio y se anotó a estudiar Comunicación Social en la Universidad Austral. En ese mismo año, Laura Manzin que era la profesora de canto de la academia de “La Campoy”, se abrió y formó su propia escuela de Comedia Musical en la cual Fredo se anotó. A nivel anecdótico, vale contar que hoy Laura Manzini está haciendo un espectáculo unipersonal en frente a donde Fredo da sus propias clases de teatro.

Cursar la materia “Cine y Televisión” significó algo más que avanzar un peldaño más en su carrera para llegar al título de Comunicador Social. Implicó un cambio de perspectiva sobre cuáles serían sus ambiciones y deseos para el día de mañana. Fue en el año 1997 cuando para el final de esa materia debía hacer un guión para filmar un corto. De 90 personas que cursaban la materia aproximadamente, 30 guiones eran preseleccionados y finalmente 10 eran elegidos para ser filmados.

El suyo fue uno de los ganadores. Era una adaptación basada en una leyenda urbana que rescató de un libro, y se llamaba: “Dolores, una leyenda de Buenos Aires”. Fue su primera experiencia en dirección y por supuesto que también actuó. Por ese entonces seguía con sus clases de comedia musical y se planteó en serio estudiar cine después de su carrera. Sin embargo, después se dio cuenta de que lo suyo no era la “parafernalia técnica del cine”, sino la dirección de actores.

Las anécdotas de Fredo se acompañan de movimientos energéticos con los brazos. Las palmas de sus manos abiertas parecen coreografiar cada palabra. Con los ojos abiertos trasmite los sentimientos que lo fueron acompañando en las diferentes situaciones que narra…

Al año siguiente, entró como ayudante de cátedra de la materia “Cine y Televisión”. Además, un amigo suyo de la infancia estaba con un proyecto de dirigir musicales, y quien sería la directora en lo teatral no iba a poder hacerlo, por lo que Fredo terminó tomando su lugar: “Y ahí empecé”, dice.

En el año 2000 nació “Foster Freeze” (Foster por el nombre de un compositor americano, y Freeze significa la clave de FA en inglés). Comenzaron con su proyecto de armar musicales en el San Martín de Tours de varones. “La remamos mucho, seducir alumnos era complicado porque subirte al escenario era sinónimo de ser marica”, cuenta Fredo para introducirnos a las complicaciones que les surgieron en los primeros años del proyecto.

En el primer llamado aparecieron 200 chicos, cuando arrancaron los ensayos quedaron 20, y después de las audiciones el grupo se redujo a 8. “Ese día dijimos se acabó”, dice, y recuerda que iba caminando junto a su amigo por la calle San Martin de Tours, llegando a Castex, mientras pensaban en los tres meses que había durado su idea después de un año de diálogos con el Colegio. “Era una mezcla de decepción y relajación”, expresa, y nos explica esa sensación de darle la razón al destino, justificando que “si no fue, era porque no tenía que ser”.

Cuando fueron a hablar con el director del Colegio para explicarle lo que había pasado, lo encontraron tan enganchado que les preguntó quiénes eran los que se habían bajado y los mandó a llamar. Cuando entraron los chicos a su oficina les dijo: “Si yo actúo, ¿ustedes actúan?”. Y ahí arrancaron a montar el musical “Joseph and the amazing technicolor dreamcoat” que fue un éxito. Fredo cuenta las repercusiones positivas a puro acting, imitando la tonada del Rector del Colegio que era español.

De repente me doy cuenta de que ya pasó más de una hora y mi té sigue intacto, me había olvidado de que estaba apoyado en la mesa ahí, en frente mío. “Si lo hago largo me avisan, porque yo me cebo hablando y…”, dice Fredo mientras le hace caras a Jose que vuelve a aparecer en la escena. ¡Al parecer le gustaron los flashes de Diego!

Fredo da un par de aplausos para retomar el relato y nos cuenta que al año siguiente llevaron el proyecto al Colegio para hacerlo nuevamente y poder cobrar algo, pero al no haber presupuesto fueron a presentarse en la Universidad Austral. Ahí hicieron musicales dos años seguidos, y conocieron a Lola Moyano quien se convertiría después en la coreógrafa y socia de su compañía.

Finalmente en el año 2004 dieron un salto y se lanzaron de forma independiente abriendo un grupo de comedia musical llamado “Foster Art’s”. Por primera vez cobrarían plata por hacer lo suyo. Con los años la idea fue creciendo y derivó en la apertura de grupos de niños y de teatro. “Siempre me rehusé a dar clases de teatro, no me sentía capacitado”, expresa Fredo quien sin embargo desde hace algunos años se decidió a abrir un espacio para enseñar los conocimientos adquiridos en su entrenamiento teatral que se extendió de 1993 al 2002. “Y bueno, yo vivo de eso prácticamente desde aquel momento”, nos dice, sumado a que, además, da clases en la Austral.

Fredo es un entrevistado bastante inquieto. A los movimientos que hace con los brazos se suma que constantemente cambia la pierna que se cruza por encima de la otra. Algunos minutos la que se cruza es la izquierda, cambia de posición, y comienza a imponerse la derecha. Uno de sus pies generalmente hace un movimiento cortito e incesante. A cada rato se acomoda el sweater y cambia su postura de la espalda, inclinándose por momentos para atrás, y por momentos hacia adelante.

La conversación da un giro cuando Fredo nos cuenta que siempre fue un romántico. Para salvar un poco esta declaración, cabe aclarar que la acompañó de la siguiente expresión: “Esto va a quedar a frase hecha de Revista Caras barata…”. Con absoluta seriedad nos cuenta: “A mí me gustaban todas las minitas de la facultad” y se las «cantaba», a tal punto que los amigos solían pedirle permiso antes de invitar a salir a alguna. Lo cuenta sosteniendo la muñeca de Jose, mientras ella da vueltas alrededor de la mesa llevando y trayendo cosas.

“Era un picaflor teórico, terriblemente…” tras buscar la palabra algunos segundos termina la frase: “Terriblemente cagón” y agrega: “Cómo busqué la palabra eh!”. Inevitablemente el tema del amor nos lleva a la historia de cómo conoció a Martina quien actualmente es su mujer…

Martina era alumna de la materia en la cual Fredo era ayudante de cátedra y, en ese entonces, también organizaba el grupo de comedia musical en la Universidad, por lo que pasaba mucho tiempo ahí adentro, junto con un grupo de amigos que también trabajan ahí. Salían con un grupo de chicas, y él ya percibía que había una que tenía onda con él.

Junto con esta chica y dos amigos más se contactaron con un productor y, cuando fueron a verlo, les preguntó si tenían un guión, a lo que ellos contestaron que sí, e instantáneamente se fueron a escribirlo. Habiendo dos computadoras, era inevitable el tener que dividirse en parejas, por lo que Fredo les pidió a los amigos que no lo dejaran solo con esta chica. Sin embargo, al pasar los días, fue él mismo el que dijo: “Chicos, ustedes vayan a una computadora, que nosotros vamos a la otra”, mandando a los amigos solos, aparte. Ninguno entendía esta cambio repentino de actitud…

Una noche “quería invitarla a salir, pero no tenía un mango”, cuenta Fredo, y entonces terminó yendo a Henry Beans con los amigos. Con los días, ella lo llamó para decirle que tenía entradas para ver una comedia musical y así podrían ir juntos. Mientras Fredo lo cuenta, Martina se asoma para ver si está todo bien con Jose.

Cuando salieron de la función, Fredo tenía plata o para comer, o para salir a tomar algo… no para las dos cosas. “Dios quiera que no tenga hambre”, pensó, y terminaron comiendo en un Mc Donalds. “De cuarta…”, acota por lo bajo. Fue de esa comida que salieron estando de novios, y al otro día sus amigos no entendían nada. “Fue medio una tirada de los pelos, pero hasta hoy seguimos”, expresa.

Hijo y nieto de médicos, Fredo no tiene precedentes directamente artísticos. Sin embargo, sí hay muchas amistades que vinculaban a su familia con actores y artistas. Su abuela estudió Bellas Artes e incluso escribía poemas para la Revista Sur. Además, “Mamá siempre cantó maravillosamente bien”, agrega.

“Yo también me lo tomé con mucha naturalidad, nunca dije «bueno, largo todo»”, comenta Fredo y dice que siempre supo la importancia de estudiar una carrera y de tener un título. En cuanto a los prejuicios del mundo artístico, asegura: “Las cosas que podés tener en el ambiente artístico, las podés tener en cualquiera”. Sin embargo, cuenta que la carrera del actor implica una dedicación que, si uno viene de una forma de vivir, y no quiere dejar de tenerla, es muy difícil.

“No hay casting de directores”, comenta Fredo y explica que si bien la carrera del actor es difícil de transitar, es un camino fácil de detectar. En cambio, para el director no hay un camino estipulado… “El camino es la autogestión”, expresa, y se reconoce muy consciente de que tiene que armar una obra propia. Hace años ya que tiene una, pero no tiene la composición, y sin música no le puede poner letra. “Autoanalizándome, sé que es una buena excusa para no hacerlo”, reflexiona.

Con ojos grandes y dando énfasis con sus manos, Fredo nos cuenta que hace ya 8 años que dirige, y sabe que tiene material para mostrar pero que cada vez que quiere que vayan a ver lo que hace, los que deberían ver sus puestas trabajan de lo mismo y no pueden. “Es un círculo vicioso que todavía no logro romper”, cuenta.

Fredo reconoce que no tiene vocación política, pero sí le interesa mucho como ciudadano. Esta faceta la heredó de su abuelo Alfredo Howard, que en su época era un antiperonista acérrimo: “Heredé la pasión política por conversaciones cotidianas, entonces me caliento, puteo…”

El orden es un factor fundamental en la vida de Fredo, y mientras explica la importancia que le da a que las cosas estén en su lugar y a que las puertas del placard estén cerradas, Martina refuerza las declaraciones con caras que confirman cada confesión. No tolera los portazos, y si tuviera que elegir un momento del día, sería la noche. Además, se define como un “idealista”.

A la hora de hablar de los miedos, no hay ninguno recurrente que se le venga a la cabeza en primera instancia. “No me gustan las montañas rusas, pero no cotiza como miedo…” dice mientras piensa en algo que pueda “servir”. Se reconoce más susceptible desde que es padre, y dice que es tal vez de ahí donde le surgen la mayor cantidad de temores. “Tengo el sistema de alerta exacerbado”, agrega y explica que cada vez que escucha un ruido larga todo para ver qué pasó.

Se hizo de noche y ya llegó la hora de irnos. Si hubiera sido por Josefina, nos íbamos cargados de chupetines, pastillas y hasta de una muñeca… Nos acercamos a la puerta, Martina y Fredo nos acompañan para despedirnos, y Jose viene con una corridita entusiasta que, de no haber sido por sus padres, seguía hasta el ascensor para bajar con nosotros.

En una de esas, cuando Jose logre hilar unas palabras, se puede convertir en una futura protagonista de este blog, ¿no?


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